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lunes, 12 de diciembre de 2011

Otro crucero por el Mediterráneo (parte IV, Nápoles, Vesubio, Pompeya)

volcán Vesubio, Nápoles, Italia

Ya estamos a jueves y hoy el barco atraca en el puerto de Nápoles. En este puerto sólo estaríamos desde las 7 de la mañana hasta las 3 de la tarde, por lo que sólo podríamos disfrutar de medio día en tierra. Podíamos quedarnos en Nápoles (la opción barata puesto que el barco atracaba en la misma ciudad) o podíamos coger una excursión.

El Grand Mistral nos ofrecía tres excursiones diferentes para este puerto: Pompeya y volcán Vesubio, Isla de Capri y Gruta Blanca, o Nápoles artística y monumental.

Para ver Nápoles no cogeríamos ninguna excursión, puesto que te llevan a los puntos de interés: Plaza del municipio, Palacio real, Galería Umberto I, Plaza del Gesu, Iglesia de Santa Clara, Plaza del Plebiscito y la iglesia de San Francesco de Paola, entre otros lugares. A todos esos sitios puedes ir por tu cuenta, incluso ir a tomar Limoncello (un tradicional licor de limón italiano) en el famosísimo café Gambrinus de la plaza Trieste e Trento.

La isla de Capri también tenía sus encantos, sus casas de colores (muy turísticas) con la Gruta Blanca y sus fabulosos Faraglioni, que son islotes de formas extrañas. Ver la plazoleta de Capri tenía que ser todo un lujazo para los enamorados de la época medieval. Todo ello hacían de esta excursión paisajística algo muy apetecible.

Pero teníamos otra opción, que es la que a todos nos maravillaba: el Vesubio. Y, además, algunos no habían visto Pompeya, algo que merece la pena ver. Así pues, elegimos esta excursión. A veces se va primero a Pompeya y después al Vesubio, y otras al revés; a nosotros nos tocó la segunda opción.

Nos bajamos del barco con zapatos cómodos y los pies cansados del día anterior; y al autobús. Mientras nos vamos acercando al volcán Vesubio que destruyó la ciudad de Pompeya y Herculano allá por el año 79, vemos una magnífica vista de la ciudad de Nápoles desde las alturas. Por cierto, que el Vesubio sigue activo (aunque desde el terremoto de 1980 sólo expulsa fumarolas), por lo que sólo se puede ir hacia el cráter inactivo, el que la lió parda, vamos.

El autobús te deja a mitad de recorrido y el resto toca hacerlo a pie. Hay algún puestecillo que te vende piedras del volcán a un precio prohibitivo, pues se supone que no puedes coger piedras allí. La caminata se hace dura por el frío (era tremendo en pleno julio) y por la altitud (cuidadito las personas asmáticas, llevad los inhaladores). Así que id bien abrigaditos si queréis coronar la cima de este volcán tan famoso.

En la foto se puede ver claramente el cráter del volcán. Lo que no se ve son los labios azules del frío y la mala cara de los que llevaban manga corta. Pero llegamos arriba y disfrutamos de un entorno único.

Tras el "paseíto" por el Vesubio, nos fuimos a ver lo que quedaba de Pompeya, una de las ciudades romanas que el volcán sepultó en ceniza y mató a todos sus habitantes. Desde Pompeya se divisa fácilmente el volcán y lo señalas para decir "acabo de estar ahí" con sonrisa bobalicona, sin pensar que hace muchos años lo señalaron desde el mismo sitio pero con los ojos llenos de terror y lágrimas por una muerte segura. Uf, qué dramático.

Seguimos. En Pompeya se puede apreciar una ciudad próspera romana, con un importante puerto para mercadear. Se ven lujosas casas de señores nobles o ricos mercaderes, el foro, el teatro, el prostíbulo (sí, has leído bien), el bar (cuya foto puse en un post anterior), las fuentes y las piedras para cruzar la calle.

Lo mejor para disfrutar Pompeya es coger un guía (en nuestra excursión estaba incluído) o comprar algún libro sobre el tema, que te venden en la misma entrada.

Pompeya tenía alrededor de 250.000 habitantes, más que ciudades como Almería, Jaen, Badajoz o Castellón, igualándose a La Coruña. Podemos entender entonces que no era una aldeíta ni un pueblecillo pequeño, era una gran ciudad y desapareció entera tras la erupción del siglo I D.C.

Y de vuelta al barco, que el Grand Mistral se marcha para Malta esta misma tarde. Tras la ducha, nos vamos al Borsalino a escuchar música en directo y luego a cenar al restaurante Mallorca. Hoy toca recuperar energías, que el crucero por el Mediterráneo aún no ha acabado. Hasta mañana.

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