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sábado, 10 de diciembre de 2011

Otro crucero por el Mediterráneo (parte III, Civitavechia, Roma)


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Roma en 9 horas


Estamos a miércoles a bordo del Grand Mistral de Iberocruceros, Mientras desayunamos, vemos que el barco está ya en el puerto de Civitavecchia.  Son las 07:15 de la mañana  (hoy toca madrugón y palizón) y estamos haciendo acopio de energía para el día que nos espera. El barco nos dejará salir a las 07:30 y abandonará la ciudad a las 20:30, por lo que el todos a bordo es a las 19:30. Doce horas. Tenemos doce horas para ir en tren a Roma, hacer a pie unos trece kilómetros, coger un tren de vuelta a Civitavecchia y subir al barco para que no se vaya sin nosotros. Así que... para no apurar hasta el último tren y descontando tiempos de desplazamiento hasta Roma... tenemos unas nueve horas para verlo TODO.

Las excursiones preparadas superaban los 80€ por persona (la más barata), y no se veía gran cosa, así que decidimos ir por libre. Nadie había estado en Roma antes, salvo yo (que ya era mi tercera visita a la ciudad), por lo que el papel de guía me fue asignado. ¿Cómo le enseñas a alguien una ciudad como Roma en nueve horas?. Preparé un recorrido brutal, les avisé de que se pusieran calzado cómodo... y procuré parecer tranquila a pesar de los trece kilómetros a pata que nos esperaban. Suena el aviso de que podemos salir ya del barco, chicos, comienza la odisea.

Lo primero que hacemos es salir del puerto muy rápido para llegar a la estación de tren de Civitavecchia. Por menos de 15€ por trayecto, el tren nos llevaba a Roma (a Termini o al Vaticano), y recorrimos en 45 minutos los 80km que separan una ciudad de la otra. Nuestro destino era la estación de Termini. Y ahora, a andar.

Desde Termini, a ritmo rápido, fuimos a la Piazza Vittorio Emanuele II, que es un parque super bonito. Bajamos por la via Leopardi, luego por la via Mecenale y, finalmente por la Via della Domus Aurea. Esta última es una calle imprescindible, pues caminas entre árboles y ves el parque Trajano. Cuando estás llegando al final de la calle, puedes ver como se erige imponente el gran Coliseo de Roma, que desde éste ángulo es maravilloso. Justo enfrente del paso de cebra que nos lleva al otro lado de la avenida, se encuentra la escuela de gladiadores, donde los mismos se entrenaban para luchar en el Coliseo. Volvemos a cruzar por el siguiente paso de peatones y nos encontramos bajo el gran monumento. La puerta de entrada está justo al otro lado, por lo que caminaremos unos metros sin parar de mirar hacia arriba.

Ya en el Coliseo, aguardamos un poco de cola (menos mal que hemos venido temprano) y cogemos entradas con guía en español. Una visita genial e imprescindible (el interior es espectacular), aunque su museo se hace un poco pobre en comparación con el resto. Al salir, tenemos justo en frente el Templo de Venus, o lo que queda de él. Si miramos hacia la izquierda, y hacia allí nos dirigimos, encontramos el Arco de Constantino. Bajamos por Via de San Gregorio y nos encontramos nada más y nada menos que el Circo Massimo, donde los romanos celebraban las famosas (y cruentas) carreras de carros.

A pie por Via Cerchi (pronunciado cherqui) recorremos todo el circo, y a medio camino, encontramos el Foro romano a nuestra derecha. Siguiendo un poco, y muy cerquita de donde nos encontramos, al acabar el Circo nos dirigimos a la iglesia Santa Maria in Cosmedin; que dicho así, nos sonará poco, pero en su pórtico se encuentra la famosa Bocca della Veritá (boca de la verdad), el conocido oráculo de piedra donde le metes la mano en la boca para saber tu destino. Sí, ese es el original.

Justo enfrente tenemos el templo di Ercole Vincitore, que pasaremos junto al él al subir por Via Luigi Petroselli. Al final de la calle vemos haciendo esquina la basílica San Nicola in Carcere. Nosotros seguimos hacia arriba por la Via del Teatro Marcello. En esta calle encontramos a nuestra izquierda el monasterio de San Francesca Romana, la famosa universidad La Sapienza y, tachán tachán, a nuestra derecha (al final ya de la calle) vemos el imponente monumento del siglo XIX a Vittorio Emanuelle II. Frente a él, está la Piazza Venecia, un caos de coches.

Cogemos la Via dei Fori Imperiali, donde podemos ver todos los restos del gran Foro romano. Al pasar por el puente nos encontramos frente a frente con el Foro Traiano y su famosísima y archiconocida Columna Trajana. Por Via Alessandrina volvemos a la Via dei Fori Imperiali en dirección al Coliseo. Pero giramos en Largo Corrado Ricci, para coger Via Salita del Grillo y continuar por la Via 24 Maggio. Ésta desemboca en la Piazza del Quirinale, donde se encuentra el Palazzo Quirinale, que esconde unos magníficos jardines tras sus paredes. Caminando junto a esas paredes, por la Via dei Quirinale, llegamos a la Piazza delle Quattro Fontane (la plaza de las cuatro fuentes) creadas por el gran Francesco Borromini.

Francesco Borromini era el escultor contratado por el pueblo para sus obras, mientras que Gian Lorenzo Bernini solía ser contratado por la Iglesia. Eran coetáneos. Borromini era un magnífico escultor, pero el nombre de Bernini ha sido más reconocido a lo largo de la historia por su Fontana di Trevi o la columnata de San Pietro (el Vaticano).

Y hacia la Fontana di Trevi nos dirigimos por la Via delle Quattro Fontane, para luego bajar por Via dei Giardini, volviendo a pasar junto al Palazzo Quirinale, esta vez desde el otro lado. La fontana se encuentra un poco entre callejuelas, no en una enorme plaza como se espera. Está abarrotada de gente, como siempre. Hay que tirar tres monedas con la mano izquierda sobre el hombro derecho (¿o era al revés?) de espaldas a la fuente si quieres volver.

Desde la fontana subimos por la via della Stamperia, la Via del Nazareno y alguna más (tenéis el mapa exacto en el enlace) hacia la Piazza de Spagna (la Plaza de España), donde su escalinata nos parecerá un sofá de plumas para nuestras maltrechas piernas. La plaza es muy concurrida y es una de las más famosas de Roma. A seguir.

Por la Via del Babuino llegamos a la Piazza dei Popolo (Plaza del Pueblo), donde se encuentra el obelisco egipcio dedicado a Ramsés II, conocido como el obelisco flamineo. También en esta plaza encontramos las iglesias gemelas, fáciles de reconocer.

Cogemos la Via dei Corso para caminar hasta la Piazza Augusto Imperatore, donde se encuentra el Mausoleo de Augusto. Otro gustazo para los ojos. De allí vamos a la Piazza de Montecitorio, donde está el Palazzo Montecitorio y el Palazzo Chigi. Nuestra siguiente parada es el gran Panteón romano, totalmente imprescindible (y gratuito) en nuestra visita a Roma. La cúpula es impresionante y es difícil describir la sensación que se tiene allí dentro.

Con este lujazo de punto de interés, buscamos un sitio para comer (o casi para merendar, por la hora que es) mientras caminamos hacia la Piazza Navona. Es otra de las plazas más importantes de la ciudad, con la fontana dei quattro fiumi (fuente de los cuatro ríos, otra obra de Bernini) y en su tiempo albergaba juegos romanos.

Con el estómago lleno vamos por la Via dei Coronari y la Via di Panico, hacia el Ponte Sant'Angelo (el puente de San Ángel), con su castillo detrás. Cruzar el río Tíber por ese puente es algo que se lleva haciendo desde el año 140 más o menos (casi 1900 años), por lo que es algo que todo el que visita Roma debe hacer. Por cierto,  los ángeles del puente también son obra del genial Bernini.

Por la Via della Conzialiazione, llegamos a la famosa Plaza de San Pedro, con la columnata  que nos recibe como un abrazo (no es cursilería, fue una indicación expresa de la Iglesia a Bernini). Y ya estamos a las puertas del Vaticano, ante la catedral de San Pedro. Si no hay mucha cola (cosa que no suele ocurrir a menudo) y nos sobra algo de tiempo, podemos entrar a la iglesia (la entrada a la iglesia es gratuita, lo que no lo es es la entrada a los Museos vaticanos donde se encuentra la Capilla Sixtina). En la iglesia encontraremos a mano derecha la fabulosa Piedad de Miguel Ángel, una escultura a la altura de su David (que vimos ayer en Florencia).

Y ahora sí que no queda tiempo,  a volar a la estación Ferroviaria Vaticana, donde cogeremos el tren que nos llevará a Civitavecchia y de allí al puerto para coger el barco. Qué día. En fin, Roma en 9 horas (y nos sobraron 20 minutos): desafío superado.


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