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lunes, 27 de febrero de 2012
Cinco días en París (parte V, Disneyland París)
Hoy es el último día, así que tenemos que terminar a lo grande. ¿Y qué hay grande en París que tenga un toque mágico para niños y mayores? Pues sí, Disneyland Paris; o como lo conocemos todos los que tenemos unos añitos: Eurodisney.
Para llegar hemos tenido que coger el RER A (tiene múltiples enlaces con el metro) dirección A4. La última parada es el parque de atracciones, así que no tiene pérdida. Lo mejor es consultar los horarios para ver el horario de vuelta a la capital, pero tranquilos. Una vez cerrado el parque, todavía queda algún tren. Aquí tenéis un mapa del RER para que podáis ver qué acceso queda cerca de vuestro hotel.
Antes de entrar al parque Disneyland Paris, el complejo ofrece otro atractivo: el Parque Walt Disney Studios. Por lo visto, según me comentaron porque nosotros no llegamos a entrar, está enfocado a los más pequeños, con muchas actividades, atracciones y vídeos donde disfrutan los renacuajos de la casa. No llevábamos niños, así que supongo que os hablaré de este parque en otra ocasión.
Main street es la calle principal y es la primera visión que tenemos del parque. Allí comienzan los desfiles, las tiendas y se ve el castillo de la Bella Durmiente al fondo, tras el mirador. Al entrar en esta calle nos damos cuenta, hemos entrado en el mundo Disney. Main Street está ambientada simulando un pueblito de 1900, con sus casas victorianas y su heladería famosa: Ice Cream Parlour. También encontraremos un tranvía tirado por caballos y el Discovery Arcade, donde los más pequeños disfrutarán aprendiendo los mejores inventos del siglo XX.
Desde el castillo de la Bella durmiente, centro neurálgico del parque de atracciones, podemos ir a cualquiera de las otras cuatro zonas (cinco si contamos Main Street), que marcan las zonas del parque: Discoveryland, Fantasyland, Adventureland y Frontierland.
Hablemos primero de Discoveryland. Este es el lugar del futuro, de los visionarios, de Buzz Lightyear y de la famosa atracción Space Mountain, la montaña rusa más espacial. Aquí también está el simulador de Star Wars, donde R2D2 nos dará la bienvenida a bordo de la nave Starspeeder 3000 en el Star Tours. Creo que nos montamos cuatro o cinco veces. :-)
De Discoveryland pasamos a Fantasyland, la zona preferida de los más pequeños y de los amantes de Mickey y los clásicos Disney. Blancanieves paseando con su manzana, la Bella Durmiente en su espectacular castillo, perdernos en el laberinto de Alicia en el País de las maravillas, volar con Peter Pan...
Aquí hacemos un parón para comer y continuar luego. Cogemos el tren que recorre todo el parque para ver dónde comemos. Todo es caro, que a nadie se le ocurra pensar que va a pagar menos de 3 o 4€ por una hamburguesa o un perrito caliente (patatas y bebida no incluidas). También hay restaurantes e incluso un buffet libre bastante elevado de precio. Eso sí, puedes comer hasta reventar. De todas formas, como estamos aquí, un día es un día y no vamos a estar mirando todo el rato la cartera. ¡A comer señores, buen provecho!.
Con los pies ya algo cansados, vamos a Frontierland. A rompernos la espalda (porque podrían haberla puesto más acolchada) y poner a prueba nuestro estómago en la montaña rusa Big Thunder Mountain. A intentar pasar un poquito de miedo (al menos los pequeños) en la Phantom Manor, la mansión fantasma que recorremos a pie.Y a disfrutar de un crucerito por el Lejano Oeste a bordo del Mark Twain.
Seguimos y es momento de concluir la visita pero antes hay que ir a Adventureland para subirse en la super montaña rusa Indiana Jones. Para finalizar, paseamos por la playa pirata y por el barco de Piratas del Caribe.
Tengo los pies reventados. Son casi las doce de la noche y ya no puedo más. A coger el tren de vuelta al hotel que mañana tempranito nos vamos a casa.
Se acabó el guirigueo. Espero que el próximo viaje sea tan intenso como éste.
Sed buenos.
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domingo, 26 de febrero de 2012
Cinco días en París (parte IV, Versalles)
Esta mañana desayunamos muy tempranito y nos dirigimos a la estación de tren de Notre-Damme para coger el tren (RER C) hasta Versailles Rive Gauche. El trayecto dura poco más de media hora (36 minutos para ser exactos) y su precio es de 3.25€. Podéis comprar ida y vuelta, o comprar otro billete en Versalles al terminar la visita; hay trenes constantemente.
El tren nos deja a un paseillo andando del Palacio. Pero es una caminata que se hace con gusto (unos diez o quince minutos, depende del ritmo) pues nos vamos acercando a esa gran obra arquitectónica. No tiene pérdida.
Lo mejor para ir al palacio es comprar las entradas por internet, pues nos evitaremos una cola. Si ya tienes entrada comprada vas directamente a la entrada A (bueno, a la larga cola de gente que hay para acceder a la entrada A); si no se tiene entrada, hay que ir a la inmensa fila de personas que hay en el lado izquierdo, las personas que guardan su turno para acceder a taquilla. Lo mejor es ir bien temprano y si puede ser con entrada, mejor que mejor. Podéis comprar la entrada en su página web oficial. El precio va desde los 18 a los 25€, pero hay que asegurarse que tenemos acceso a los jardines, totalmente indispensables en nuestra visita. Una vez en la entrada, nos darán una audioguía (disponible en español) para el interior del palacio.
El horario del Palacio en temporada alta es de 9 a 18:30, pero en temporada baja cierran a las 17:30; aunque no se admiten nuevas visitas media hora antes de cerrar. Los otros palacios (Trianón y Dominio de María Antonieta) abren a las 12 y cierran a la misma hora que el Palacio. Los jardines abren a las 8 de la mañana y cierran a las 20:30 en temporada alta, y a las 18:00 en la baja.
Ahora sí, respiramos hondo, miramos al frente y sonreímos. Señoras y señores, bienvenidos a Versalles.
Versalles. ¿Qué sabemos de Versalles en realidad?. El Palacio de Versalles (Chateau de Versailles) era en su origen un pequeño pabellón que la realeza utilizaba para ir de caza. Por aquel entonces, los reyes vivían en el Palacio del Louvre (sí, ese que ahora es un museo) ubicado en pleno centro de la capital de Francia, París. Fue Luis XIV, el famoso Rey Sol, quien mandó construirlo como lo conocemos hoy, como el colosal e impresionante Palacio de Versalles. Pero... ¿Por qué?.
Luis XIV fue conocido como el "Rey Sol" y como "Luis el Grande"; fue uno de los monarcas más importantes y relevantes en toda la historia. Convirtió a Francia en el máximo poder europeo en sus años de reinado (más de 70). Pero para conocer el motivo de la construcción del Palacio de Versalles debemos ir hasta su superintendente de Finanzas, Nicolas Fouquet.
Nicolas Fouquet había heredado unas tierras en Vaux, unas tierras en la actual población francesa de Maincy. Económicamente no le fue mal la cosa. Tuvo dos mujeres (la primera falleció en el parto de su primera hija) que le dieron unas dotes considerables. Y Luis XIV lo nombró su superintendente de finanzas en 1653. Ese mismo año decidió que quería algo más. Y en aquellas tierras de Vaux (que sólo tenían un palacete viejo), desvió un río, compró más tierras y mandó construir al renombrado arquitecto Luis Le Vau la construcción de un gran palacio, y al paisajista André Le Notre, el diseño de sus jardines. Concluido el palacio en 1658, el pintor Charles Le Brun se instaló en el palacio para decorar el interior.
Todo el mundo hablaba del Palacio de Vaux Le Vicomte, propiedad de Nicolas Fouquet. Era un palacio nuevo con esplendorosos jardines. Dio numerosas fiestas allí, donde recibió a la corte con fuegos artificiales y banquetes para un millar de personas. El rey se puso celoso e, instigado por su ministro Jean-Baptiste Colbert que ansiaba el cargo de Fouquet, en 1661 ordena su arresto por malversación. Quien lo detiene es D'Artagnan, capitán de la primera compañía de los Mosqueteros del Rey; a quien Alejandro Dumas convertiría en personaje de su archiconocida novela Los tres Mosqueteros. Nicolas Fouquetv murió, encarcelado en la fortaleza de Pignerol, unos veinte años más tarde en extrañas circunstancias.
Con todos los bienes de Fouquet en su poder y deseoso de llamar la atención, el Rey Sol se propuso construir el palacio más imponente e impresionante del momento: el Palacio de Versalles. Y vaya si lo consiguió. Sabía quiénes podrían hacer un palacio magnífico: los responsables del palacio de su exsuperintentente de Finanzas. Así, la construcción del complejo recayó sobre el arquitecto Louis de Vau, el paisajismo corrió a cargo de André Le Notre y Charles Le Brun se encargó de la decoración interior.
El complejo de Versalles, declarado patrimonio de la Humanidad desde 1979, tiene varias partes: el Palacio, el Grand Trianón, el Petit Trianón o el Dominio de María Antonieta y El Jardín.
En primer lugar tenemos el Palacio, que era la residencia de Luis XIV y su corte. Hay que destacar, cómo no, la famosísima Galería de los Espejos. La Cámara del Rey y la Cámara de la Reina son dignas de ver. Lo mejor es recorrerlo con la audioguía, que nos dará en español la información de cada sala. Aquí podéis ver sus obras más destacadas.
El palacio Gran Trianón se construyó para Madame de Montespan, favorita oficial del rey desde 1674 hasta 1691. Sus correrías también se llevaban a cabo en el Palacio, ordenando incluso la creación de una puerta entre sus aposentos (los del rey y los de Montespan), pero el rey le obsequió con este palacio que ella decoró con lujosas piezas de arte. Al fin y al cabo, era la favorita del rey y manejaba la corte a su antojo; al menos hasta que aparece en escena Madame de Maintenon... pero eso ya es otra historia.
El Petit Trianón (o pequeño Trianón) es de construcción posterior. Luis XV lo mandó construir para su favorita Madame Pompadour, al igual que su bisabuelo Luis XIV construyó el Gran Trianón para su favorita del momento. Sin embargo, Madame Pompadour no vió acabado su regalo al morir con anterioridad a la culminación del mismo. Así que, Luis XVI, nieto de Luis XV, quien se lo regaló a su esposa María Antonieta. De ahí que el Petit Trianon pasara a denominarse "El Dominio de María Antonieta". La reina se refugiaba allí de las presiones de la corte del Palacio y, según cuentan los malos rumores, también utiliza el Dominio para sus escarceos amorosos.
En los jardines de Versalles nos olvidamos de reyes, traiciones, mosqueteros e infidelidades. El jardín es algo que nos permite sentir, vivir la naturaleza. Es un lugar donde los árboles y plantas ofrecen un escenario idílico en el que pasear. Nos imaginamos las grandes fiestas que allí ocurrieron, paseamos en silencio de la mano por uno de sus senderos sin cruzarnos con nadie: es tan grande aquello que te puedes perder un rato. Olvidas que estás de vacaciones, que estuviste una hora haciendo cola para entrar o que pagaste demasiado por el almuerzo en el restaurante. Estás en Versalles y, en sus jardines, puedes sentir lo que eso significa. Aquí lo tenéis a vista de pájaro.
Para acabar la visita, vamos a ver el espectáculo del agua. Las fuentes y las luces juegan al ritmo de la música. Es bonito.
Y se acabó el día. Agotados hasta casi la extenuación (ver los jardines completos es más complicado de lo que puede parecer en un principio) nos vamos andando hacia la estación de tren. Una parada en el Starbucks para no quedarnos dormidos en el trayecto y de vuelta al hotel.
Qué cansancio. A dormir, que voy a soñar que paseo por esos jardines llenos de magia. Magia... mañana toca Disneyland Paris... ¿A que me encuentro a Mickey Mouse paseando por Versalles en mi sueño?
miércoles, 22 de febrero de 2012
Cinco días en París (parte III, Louvre, museo Dalí, Sagrado Corazón, Saint-Sulpice, Trocadero, Torre Montparnasse)
Comenzamos el tercer día con sueño por la salida nocturna del día anterior, pero tras ver por la ventana la ciudad de París y tomar un copioso desayuno, empezamos el día con ganas. Como siempre, calzado cómodo, que hoy toca andar un poquito...
Hoy vamos a dedicar toda la mañana a uno de los lugares más visitados y famosos de París: el museo del Louvre. El museo del Louvre es uno de los museos más importantes del mundo y, obviamente, no es por su característica pirámide de cristal ni por ser protagonista en el Código da Vinci de Dan Brown. El Louvre es el Louvre por todo lo que contiene. La entrada de adulto cuesta entre 9€ y 12€.
La Gioconda (también conocida como Mona Lisa) es una de sus joyas más preciadas; y no es para menos, pues la obra de Leonardo da Vinci, con su enigmática sonrisa, es uno de los cuadros más famosos del mundo (casi a la altura del Ecce Homo de Borja, restaurado recientemente... jejejej, es broma). Del mismo autor (de Da Vinci, no de Cecilia Giménez) podemos ver en el museo La virgen de las rocas, la cual tiene otra versión en el National Gallery de Londres. La libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix es todo un símbolo para los franceses y también se expone en este museo.
Por mencionar algo de escultura (que podemos estar aquí hablando de arte todo el día y desgraciadamente sólo tenemos una mañana) no hay que olvidar que en el Louvre se encuentra La venus de Milo, una escultura helénica que coincide en época, belleza y protagonismo con la Niké de Samotracia (o victoria alada de Samotracia).
El escriba sentado es una escultura del antiguo Egipto, y es que en el Louvre puedes transportarte al mundo pasado de pirámides, esfinges y faraones. Encontraremos momias, gatos y hasta un cocodrilo enorme momificado; ya que los egipcios tenían por costumbre momificar mascotas o animales sagrados. La verdad es que lo ideal es dedicarle todo un día a este museo (hay tanto que ver), pero se nos ha hecho muy tarde y tendremos que picar algo. Hoy toca McDonalds.
Después de comer cogemos el metro hasta Abbeses y nos damos una buena camitata hasta el número 11 de Rue Pulbot para visitar el Espace Dalí, un museo dedicado al pintor español cuyo horario es de 10 a 6. La entrada para los adultos es de 11€, pero podemos encontrar dibujos, esculturas, cuadros y fotografías. A mí me gustó mucho, pero tengo que advertir que no soy totalmente objetiva, me encanta la obra de Salvador Dalí. De todas formas, es 100% recomendable.
Y estamos muy cerquita de otra de las maravillas de París: la Basílica del Sagrado Corazón; y hacia allí encaminamos los pasos. Situada en la cima de Montmartre, este templo se inauguró a finales de la I Guerra Mundial y es una de las iglesias más visitadas del mundo. El color blanco, sus gárgolas y el interior son algo a destacar, pero lo que más impresiona es la vista que se tiene desde allí. Visita obligada.
Nosotros bajamos a pie por la Plaza Louise Michel, que es un recorrido precioso, pero también se puede coger el funicular (con descuentos para los que tengan Paris Visite) que te deja en la zona final de la plaza (la más alejada de la Basílica) mientras disfrutas de unas vistas fabulosas.
Cogemos el metro hasta la parada Saint-Sulpice para visitar la iglesia del Saint-Sulpice, que es una de las iglesias más altas de París. Fue reconstruida en el siglo XVII a partir de los cimientos de un templo románico del siglo XIII. Esta iglesia es espectacular tanto por dentro como por fuera, y su plaza es idónea para hacer una parada y tomarnos un cafelito.
Cogimos el metro hasta la parada de Trocadero, para visitar los Jardines de Trocadero, que son esos fabulosos jardines que vimos desde lo alto de la Torre Eiffel. Allí están el Museo Nacional de la Marina, el Teatro Nacional de Chaillot, y el palacio de Chaillot. Trocadero es un sitio especial que no podemos dejar de ver en nuestro viaje a París.
Con algo de pena vemos que no tenemos tiempo de ver las Catacumbas (otro año será), así que cogemos el metro para ir a cenar (cómo no) al barrio latino. Esta vez no tenemos demasiada prisa, pues nuestra próxima visita cierra sus puertas casi a las doce de la noche (11 en invierno, 11:30 en verano).
Con la tripa llena y ganas de seguir guirigueando volvemos al socorrido metro de París y nos bajamos en la parada de Montparnasse-Bienvenue. Al salir hay que mirar hacia arriba, pues allí se levanta imponente la magestuosa Torre Montparnasse con sus 210 metros de altura. Es el rascacielos más alto de la ciudad de la luz y la entrada nos cuesta 13€, pero desde su terraza podemos disfrutar de una panorámica nocturna de la ciudad que pone un broche final perfecto a nuestro día.
Hay que mirar la ciudad y disfrutarla, que mañana abandonamos el centro para ir a un lugar impresionante. Nos vamos a las afueras. Mañana: El Palacio de Versalles.
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sábado, 18 de febrero de 2012
Cinco días en París (parte II, Torre Eiffel, Les invalides, Panteón, Notre Dame, Sainte Chapelle, Moulin Rouge)
Segundo día en París.
Antes de continuar me gustaría explicar un poco por qué decidimos guiriguear en París. Es sencillo: vuelo barato + hotel barato + último minuto = precio genial. Casi nunca sé a dónde me llevará el viento en lo que a vacaciones se refiere, exceptuando quizá algún crucero. Creo recordar que en el 2009 como posibles destinos barajábamos Londres, Alemania, República Checa e Irlanda. Pero acabamos en París. No puedo resistirme a una oferta y hay tantos sitios a donde ir... Para viajar al mejor precio, lo mejor es esperar a última hora si no te importa mucho el destino y buscar en la web unas vacaciones geniales a un precio económico. Funciona.
Como decía, segundo día en París. Hemos descansado, hemos desayunado un cruasánt o croissant, que tantas leyendas tiene por estos lares. Asi que ya tenemos fuerzas suficientes para que nos cunda el día. Lo primero que hacemos es coger el metro hasta Champ de Mars-Tour Eiffel y de ahí nos vamos andandito hasta la famosísima Torre Eiffel. Para los adultos (mayores de 24 años) la entrada con ascensor hasta el segundo piso (ya que estamos allí habrá que subir arriba) tiene un precio de 14 euros. En verano abren a las 9 y el resto del año a las 9:30, pero aconsejo llegar con bastante antelación porque se suelen formar colas bastante extensas y la espera nos haría perder la mañana.
Otras cosas que debemos saber acerca de la Torre Eiffel. Lo primero es que son tres plantas pero el ascensor sólo te lleva hasta la segunda, por lo que la subida al tercer piso la tendremos que hacer por las escaleras. Un detalle curioso es que hay unos maniquíes en la zona alta (dentro de unos cristales que los encierran en un habitáculo aislado) que representan al diseñador Gustave Eiffel y a su señora esposa; si miramos con atención el pendiente de su mujer veremos que se mueve, esto se debe al movimiento que tiene la torre con sus 330 metros y su estructura de metal.
Una vez que hemos bajado y visto la mejor panorámica de la ciudad, damos un paseo por el Campo de Marte, que nos pilla allí mismo y es una visita imprescindible de nuestras vacaciones en la ciudad gala. Allí mismo también encontramos la Escuela Militar, y muy cerquita de la misma, el metro, que nos vamos para otro sitio que aún nos queda algo de tiempo.
A Los Inválidos. La parada de metro de Les invalides nos deja allí mismo. El palacio de Les invalides se construyó por orden del rey Luis XIV, conocido como el rey sol (el protagonista de "El hombre de la máscara de hierro). Es un palacio alucinante y está abierto al público (pagando la entrada, claro está). Allí está el Museo del ejército (Musée de l'Armée) donde se encuentran los restos de Napoleón I Bonaparte, el famoso emperador francés.
Qué rápido pasa el tiempo cuando estás guirigueando, casi nos olvidamos de comer... Al barrio latino, que con las entradas de hoy no podemos permitirnos nada más caro. Un almuerzo rapidito y a continuar, que el día aún no ha acabado. Ya que estamos en el Barrio Latino no podemos perdernos el Panteón de París. Le Panthéon está ubicado en la plaza du Panthéon y la entrada cuesta 8.50€ (ahora entendéis porqué comer en el Barrio Latino). Está junto a la universidad, por lo que también le podemos echar un vistazo.
Cogemos el metro para bajarnos en la parada Cité, que es la maravillosa islita que está en medio del río Sena y que tiene dos lugares imprescindibles para visitar. Si alguien nos pregunta ¿qué ver en París? todos diremos La torre Eiffel y.. ¿lo adivináis? Por supuesto, en París hay que ver Notre-Dame. La catedral de Notre Dame es uno de los monumentos más famosos de París y no le faltan motivos, ya que es una de las catedrales góticas más antiguas y su fachada impresionante deja boquiabierto a cualquiera que la mire. Famosa, entre otras cosas, por su jorobado y por su órgano, Notre Dame ha conseguido ser todo un símbolo para la ciudad.
Como estamos en la Cité aprovechamos y vamos a la Sainte Chapelle, abonando otros 8.50€ de entrada. es un templo gótico cuyo interior es impresionante, destacando la capilla superior. ¿Merece la pena? pues sí. A saber cuándo volveré a visitar la ciudad de la luz... y hablando de luz, es genial ver cómo se filtra a través de las magníficas vidrieras. Hay que verla.
Y después de tanta visita cultural toca algo de diversión (aunque sin perder el toque de historia) y cogemos el metro hasta la parada de Blanche, muy cerquita del número 82 del Boulevard de Clichy donde se encuentra el cabaret parisino más famoso del mundo: El Moulin Rouge. Allí podréis disfrutar de una fantástica velada con diversos espectáculos. Hay que ver su web para ver qué ofrecen cuando vayamos. Al salir, damos una vuelta por el Barrio Rojo (que es donde estamos) y vemos el ambiente nocturno de París.
Por cierto, que con el sueño se me olvidaba, he estado hablando mucho del metro de París y no os he dado mucha información. Aquí tenéis la web oficial donde podéis consultar todas las lineas e incluso descargaros planos en pdf.
Y nos volvemos al hotel, que mañana hay que madrugar un poquito para continuar explorando esta fantástica ciudad. Bueno, venga, la última y para el hotel. Pero solo una, vale?
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jueves, 16 de febrero de 2012
Cinco días en París (parte I, la Ópera Garnier, el Barrio Latino, Sena, Campos Elíseos y Arco del Triunfo)
Estamos en el verano del 2009 y acabamos de aterrizar en la ciudad de la luz (Ville Lumière). Hemos llegado tempranito así que cogemos un taxi hasta el hotel para poder después aprovechar la mañana. Escogimos el hotel por su ubicación (fantástica) en Rue de Trevise, muy cerquita de la parada de metro de Grands Boulevards. El Gotty Opera Hotel es un tres estrellas con algunas deficiencias importantes: las paredes son de papel (en sentido figurado), el hall diminuto y el ascensor... bastante regular. Lo bueno: tenía el desayuno incluido (aunque nada del otro mundo), el precio estaba super bien y el personal era muy amable. Está claro, si vas al extranjero tienes que restar una estrella para equipararlo con un hotel español.
París es una ciudad preciosa, así que como es lo que hemos venido a ver (aunque no es nuestra primera visita) es en lo que nos centraremos. Soltamos las maletas y nos vamos a guiriguear.
Lo primero que hacemos es ir en metro a la parada del Louvre para comprar la Paris visite. Es una tarjeta que te sirve para poder viajar en el metro, autobús, tren y tranvía por la ciudad; también te hace descuento en los museos. A nosotros por esa fecha nos compensaba, ahora es cuestión de volver a mirar y ver lo que se va a mover cada uno.
Comprada la tarjetita cogimos el metro (hay que amortizarla) para ir a la Ópera Garnier (parada de metro: ópera). La Ópera Garnier y la Ópera de la Bastilla forman la Ópera Nacional de París. La Ópera Garnier, edificada por orden de Napoleón III, debe su nombre a su arquitecto: Charles Garnier. Es un edificio neobarroco impresionante, desde una fachada inconfundible a un interior espectacular con unas escaleras inolvidables que impresionan a todos desde su inauguración en 1875. Una visita imprescindible para todo aquel que visite esta ciudad.
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Para hacer un poco de tiempo antes de ir a comer, damos una vuelta por Grands Boulevards (aunque de noche tampoco tiene desperdicio). Así pudimos ubicar el McDonalds (ya sé que es delito estando en París), muchos más restaurantes y tiendas de todo tipo. Es una auténtica avenida comercial donde caminar se convierte en un paseo agradable. A comer, que hay hambre.
Si no vas muy suelto de dinero lo mejor es comer en el Barrio Latino (Quartier Latin); las paradas de metro de Saint Michel Notre-Dame o Clunny-Sorbonne te dejan allí mismo. En Rue de la Harpe comimos en Le Gyros, un restaurante griego con la mejor salsa de yogur que he probado en mi vida; aunque también es cierto que teníamos mucha hambre.
El Barrio Latino, para ubicarnos, está alrededor de la universidad de la Sorbonne y llega hasta el Sena. Por cierto, la plaza de la Sorbonne es un lugar bonito para ver. Una de sus calles principales es Rue des Écoles y otra, Boulevard Saint Michel. En el barrio latino se puede comer muy bien de calidad y de precio. París es bastante cara para un bolsillo español en lo que a restaurantes se refiere. En el barrio latino hay muchos restaurantes de diferentes especialidades, por lo que merece la pena comer allí.
Teniendo en cuenta que hemos llegado hoy, el cuerpo se resiente después de comer, por lo que haremos algo tranquilito antes de seguir pateando la ciudad. Nos vamos a orillas del río y allí cogemos un crucero por el Sena de una hora, que cuesta entre 9 y 10 euros. El precio es bastante asequible para la panorámica que vas a tener de la ciudad, hay muchas compañías, así que mejor comparar antes de comprar los tickets. Ofrecen cruceros con comidas o cenas, mucho más especiales, con precios tan dispares como por 20€ u 80€, depende de la compañía y de lo que ofrecen.
Cogemos el metro hasta la plaza de Concorde (parada Concorde), y caminamos por Los campos Elíseos hasta la plaza Franklin D. Roosevelt. Por el camino veremos a la izquierda el Gran Palais y el Petit Palais; y a la izquierda, el Teatro Marigny. Si queremos, podemos seguir caminando por los campos Elíseos hasta llegar al Arco del Triunfo, o bien podemos coger el metro hasta la parada de Charles de Gaulle-Etoile para admirar esta maravilla construida por Napoleón Bonaparte.
Es tardísimo, es hora de ir a cenar y volver al hotel (que aún la ropa está en las maletas), tomar una ducha y a descansar, que mañana será otro día y queremos seguir guirigueando.
Bonne nuit.
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